Jazz, narración, baloncesto... todo ello se conjuga en la persona de Carlos Pérez Cruz, además a estos sustantivos no estaría de más añadirlos algunos adjetivos que nos ayuden a identificar mejor a nuestro protagonista: comprometido, emprendedor, agudo, crítico. De ello deja constancia a través de los espacios a los que me refiero, principalmente (y teniendo en cuenta que siempre nos centramos en el mundo del sonido y la música) en Club de Jazz que es, desde luego uno de los lugares de referencia para los amantes ya no solo del Jazz, sino de músicas afines a ésta, aunque mejor sería sustituir "afines" por música con un importante componente de improvisación y con raíz labrada en la tradición, aunque en su espacio puede haber sitio para todo, siempre y cuando considere (intuyo) que mantiene el nivel de calidad que se auto-exige en su publicación. Club de Jazz, es una Web en la que fusiona difusión radiofónica-podcast, blog, información y reseñas de diverso tipo. A fin de cuentas Club de Jazz es una ventana abierta que ayuda a poner en contacto a creadores, músicos, público, oyentes... de un tipo de propuesta musical minoritaria y con pocos espacios de difusión y divulgación, consecuencia directa del bajo nivel de cultura musical predominante en nuestra sociedad...
Otra de sus facetas, que se debe de destacar, es la de músico. Principalmente señalaría la puesta en marcha de la formación "John Pinone", de cuyo reconocimiento deja constancia, su selección por parte del INJUVE en 2004, como una de las tres mejores formaciones (de jóvenes) a nivel nacional (John Pinone, Zafari Project -dónde tocaba la pianista Marta Sánchez- y J.A.M. Trio) dándoles la oportunidad de tocar en diferentes espacios y algunos de gran reconocimiento (junto a Carlos Pérez, constituían la formación: Javier Gallego y Javier Adán). También debemos de hacer mención a su condición de componente de la Banda de Música de Iruñea: "La Pamplonesa" (fundada en 1919). Componente fundador del Ensamble "Tunocco Brass", del cual os dejo en este enlace la posibilidad de escuchar algo de su actividad. Y para conocerlo un poco más de cerca dejemos que el mismo nos de algunas pistas:
Me imagino que cuando escuchas un tema sueles centrar la máxima atención en todo lo que sucede y cómo se desarrolla durante el tiempo que dura el mismo, pero si tuvieras que fijar tu atención más en algún aspecto (o si indirectamente buscas la complicidad con el tema con la empatía con alguna de las cualidades que nos ayudan a comprender mejor la música) ¿Cuál sería: melodía, armonía, sucesión rítmica, timbre...?
No es lo mismo escuchar por puro placer que hacerlo por trabajo, la exigencia es otra. Lamentablemente el tiempo que dedico a escuchar música por puro placer (y donde poder dejar de lado los aspectos más racionales) es muy pequeño en comparación con el que invierto en seleccionarla y analizarla para mis programas y colaboraciones.
Puedo fijarme (y me fijo) en los aspectos que comentas, pero no tanto para lograr más placer de la escucha (que también puede ser), como para encontrar y dar algunas pistas que ayuden a comprender lo escuchado y proporcionen al oyente (o lector) detalles que le permitan una escucha más activa y enriquecedora. Hay ocasiones en que una buena melodía es la clave, otra el juego de timbres, el ritmo… Pero al final la emoción depende de factores que muchas veces se nos escapan. Que algo obtenga la aprobación “académica” no es sinónimo de placer auditivo; muchas veces lo contrario. Algunas de las músicas que más me han emocionado hasta hoy violan la corrección técnica y académica.
¿Pueden encontrarse las características de comercial y calidad en la música?, vinculando la calidad al acto de creación musical...
¿De qué hablamos cuando hablamos de “comercial”? No es lo mismo que la etiqueta la obtenga a posteriori (como consecuencia de unas ventas generosas) o que el acto de creación de música esté impulsado por una voluntad comercial. En este segundo caso hay producciones (la palabra ya da alguna pista) que son de una calidad innegable (si por calidad entendemos que todos los elementos estén en su sitio y las piezas encajen como en un puzle) y por ello, muchas veces, artificiales. No me interesan, no me emocionan, no me conmueven, no se me hacen necesarias (incluso me llegan a producir sarpullidos).
El concepto de calidad tiene muchas aristas y perspectivas. Yo me quedo con la honestidad en la creación, con la necesidad humana de comunicarse y expresarse a través del arte que surge de lo más hondo de la persona (aunque la honestidad no asegura la calidad, claro está). Algunos logran el éxito comercial partiendo de esa premisa y otros de una impostura. Y la más de las veces, la música pasa desapercibida y no interesa a nadie.
El proyecto musical (en el que participes como músico) que más te pueda llenar o agradar, ¿está por llegar, estás en la actualidad vinculado a él o en alguna de tus propuestas anteriores conseguiste “apaciguar” esta necesidad?. (Comenta algo sobre dicha propuesta, cómo sería, es o fue).
En la actualidad mi actividad musical está básicamente ceñida a ‘La Pamplonesa’ (¡gracias! Tengo que poder comer), aunque de vez en cuando surgen otras cosas, nada estable. Si me tengo que quedar con algo de lo hecho, sin duda la etapa de John Pinone es inolvidable. Digamos que entonces me sentí verdaderamente músico, implicado en la creación de principio a fin (aunque es de justicia reconocer que Javier Adán resolvía mis carencias compositivas y que su musicalidad era el 90% del grupo).
En el camino se ha ido apagando poco a poco la actividad como instrumentista y ha ido cogiendo fuerza la de periodista (en lo monetario es inversamente proporcional). Todo no se puede (al menos, yo no), son muchos los intereses (cine, literatura, viajes, la comprensión del tiempo en el que vivo…) como para poder dedicarme a tocar en la banda de Pamplona (con los ensayos, conciertos y tiempo de estudio personal que implica), sacar adelante el programa (y todo el extra que conlleva preparar los contenidos asociados a la web, podcast, etcétera, para que llegue hasta el oyente), colaborar con diferentes emisoras, escribir para ‘Cuadernos de Jazz’, etcétera y además…
No sé si habrá otros proyectos en el futuro como John Pinone pero si algo lo caracterizó, y para mí es absolutamente necesario, es la libertad, el espacio para expandir y expandirse con la música, sin ataduras (o las menos posibles). Momentos de libertad que he sentido también de forma individual, como cuando recientemente me di el lujo de tocar en diferentes rincones de Pirineos (bajo un puente, en una cueva, en lo alto de una montaña…) o hace ya años en el interior de la Mezquita de Córdoba. Momentos íntimos que a uno le reconcilian, aunque sea temporalmente, y le hacen volar lejos de esta sociedad tan (re)productiva y poco humanista que nos estamos dando.
¿Cuál es el elemento, la esencia, la circunstancia... que te llevó a escoger la trompeta como instrumento?
Mi hermana estudiaba piano, mi padre empezó antes de que yo lo hiciera con la trompeta… Supongo que hay una inevitable influencia ambiental doméstica. Si por mí fuera, estaría tocando el duduk armenio.
Me resulta extraño (si no estoy equivocado), no considerarte seguidor del Estudiantes, y que en tus preferencias sitúes antes al Barça... si bien es cierto que la calidad de los jugadores de éste último y su nivel medio a lo largo de la historia siempre ha sido muy elevado. Pero en el Estudiantes se revelan otras cualidades, una serie de valores (casi hasta románticos en los tiempos que corren) que desde la distancia creo que están muy cercanos a tu forma de ser...
Si hay una racionalidad que explique por qué uno se siente próximo a un equipo u a otro (más allá de la afinidad regional de la que, por fortuna, me escapo), la desconozco. Soy del Barça desde la noche de los tiempos, hasta el punto de que casi organizo un conflicto familiar cuando en una comida lancé un grito al ver cómo el Barça metía el gol de la victoria en el último segundo del partido… de hockey patines.
Desde luego que por Estudiantes siento una enorme simpatía, al igual que por otros históricos como el Joventut o el Baskonia, pero la patata sufre más (cada vez menos, por fortuna) en blaugrana. Además, todo es tan precario en mi vida (no olvides que me dedico a dar difusión a una música que a nadie importa), todo está tan lleno de “perdedores” (yo el primero), que permítaseme ir sobre seguro de vez en cuando. Jacobo Rivero (autor de “El ritmo de la cancha” y estudiantil de pro) insiste en que ir con los que ganan es muy fácil. Cierto, pero en la afición deportiva es el único lugar en el que de vez en cuando “gano”.
¿Con que te quedarías antes: La NBA o la ACB?
Con la Euroliga.
Bromas aparte (aunque en realidad no lo es), hace años que no sigo la NBA. Creo que en la supremacía social de la NBA hay una cantidad de elementos extradeportivos con los que la ACB y la Euroliga hoy por hoy no compiten (¿No pueden? ¿No le dejan?) y que hacen que perdamos de vista los nobles valores del deporte (vale, se admiten las risas). No digo que el baloncesto europeo y español sean puro valor deportivo, pero sí se le parecen algo más. En esto pasa igual (con una repercusión social infinitamente menor) con el jazz. A ojos del ciudadano medio, un USAmericano sigue formando parte de la NBA del jazz y el resto compite en ligas menores. Por fortuna, hace tiempo que huí de las vaguedades, me quedé con las constataciones y fui consciente de que la excelencia creativa no tiene nacionalidad.
¿Algo de música para acompañar esta entrada...?
La del silencio. Por favor, que el lector de esta entrevista cierre los ojos y, si tiene ocasión, escuche el silencio a su alrededor. ¡Qué gran música!
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