Cantus Arcticus (concierto para pájaros y orquesta), obra compuesta por Einojuhani Rautavaara (Helsinki 1928) en 1972, por encargo de la Universidad de Oulu, una de las ciudades más importantes de Finlandia, ubicada en la mitad norte del país y perteneciente a la Laponia Finlandesa, que se sitúa relativamente próxima al círculo polar ártico, una de las circunstancias que aprovecha el autor para dar nombre a la composición. Es una obra singular, en la cual el compositor finlandés decide situar a la misma altura, la orquesta que interpreta la obra y el canto de diferentes tipos de aves, segundo elemento que interviene en el nombre la composición; éstos los había registrado con anterioridad en cintas magnetofónicas en las proximidades de esta localidad.
Esta obra es, desde mi perspectiva, una de las primeras experiencias de lo que hoy conocemos como Landscapes (paisajes sonoros, entendiendo este término como una descripción musical de un espacio, una imagen, una escena...) y si bien es cierto que en 1972 la música electro-acústica continuaba experimentando con todo tipo de sonidos y técnicas... es Rautavaara, quien en su eclecticismo, originalidad y en busca de seguir desarrollando su estilo, quien explora la posibilidad de armonizar una fuente sonora, como es una grabación magnetofónica con una orquesta. Realmente el registro magnetofónico tomado por Rautavaara constituye en si mismo un Soundscapes: lo que en música electro-acústica se entiende por paisaje sonoro: la grabación de un entorno sonoro concreto -p.e. en una ciudad, el sonido de los vehículos, conversaciones, pasos, ruidos producidos por algún trabajo, a fin de cuentas, todo ese conjunto de sonidos que nos define un escenario determinado-. Rautavaara consigue la interacción y un gran equilibrio entre ambas fuentes sonoras: orquesta y sonido de aves. De esta manera definía Rautavaara en una entrevista, algunos rasgos de su obra: "Con la orquesta, intenté reproducir la oscilante atmósfera del crepúsculo norteño - frío pero muy estimulante, en la misma frontera entre lo real y lo imaginario -, ante la que se despliega el misterioso contrapunto de los cantos de los pájaros entre los murmullos del bosque; hay grullas, cisnes y especies no identificables, cuyos cantos imitan los metales de la orquesta. Para conseguir que los intérpretes se situaran, les sugerí por escrito que pensaran en el Otoño y en Tchaikovsky..."
Cantus Arcticus es una obra que personalmente me evoca al impresionismo francés de compositores como Debussy o Ravel, pero también en ella encuentro otro tipo de rasgos, como son las características que definen el sonido nórdico (en cualquier estilo musical, la música nórdica refleja un universo sonoro característico, influenciado por su realidad cultural, su historia, su climatología y su entorno natural) o la propia personalidad del compositor, Rautavaara ha conseguido crear en sus obras unas señas de identidad propias; es un autor que ha pasado desde el neoclasicismo, al serialismo, que ha mostrado interés por el jazz o el folklore y de esta manera a desarrollado su propio sonido.
La obra está compuesta por tres movimientos: El Pantano (Suo), es este movimiento el que más me sugiere el impresionismo francés. Se inicia con dos flautas solistas, y dónde nos encontramos la grabación de las aves en primavera, el movimiento se cierra con una evocación a la melodía inicial de las flautas. Melancolía (Melankolia) da comienzo con el canto de la Alondra y con una melodía suave interpretada por las cuerdas, el movimiento acaba de nuevo con el canto de la Alondra y un in crescendo producido por los vientos que termina desvaneciéndose, para dar paso al tercer movimiento, Cisnes Migrando (Joutsenet Muuttavat), Rautavaara describe así este movimiento: "Me imaginé que (los cisnes) volaban en línea recta hacia el sol ardiente. Al igual que en el primer movimiento, lento, coral, como la melodía que emerge en las cuerdas. El volumen de los cantos de los cisnes aumenta en intensidad, y después de un climax con los platillos y algunos vientos, la música y el canto de los cisnes se desvanecen en la distancia, en medio de los suaves sonidos del arpa y la percusión."
Hoy en día es posible que esta obra no nos sorprenda tanto: en la era de lo digital, en la que se puede registrar cualquier fuente de sonido (ya que en móviles, cámaras u otros medios, tenemos incorporados dispositivos que nos permiten grabar con un mínimo de calidad) y que con un ordenador, algo de tiempo y algún programa de edición podemos llevar a cabo cualquier tipo de composición. En una época dónde las B.S.O. de documentales o películas suelen recurrir a la muestra de sonidos reales, junto a la música que sirven de soporte a las imágenes. En un tiempo, en el que la saturación de música en todo tipo de medios, han hecho perder mucho valor de ésta (sobre todo porque en esa saturación, mucha no tiene calidad y solo tiene un objetivo: no permitir el silencio...). Sin embargo, la belleza de esta obra, las diferentes técnicas de composición que expone el autor, la amalgama de sonidos, su descripción sonora en las distintas partes del concierto, hacen que sea una obra de gran valor artístico.
Cantus Arcticus es una obra que personalmente me evoca al impresionismo francés de compositores como Debussy o Ravel, pero también en ella encuentro otro tipo de rasgos, como son las características que definen el sonido nórdico (en cualquier estilo musical, la música nórdica refleja un universo sonoro característico, influenciado por su realidad cultural, su historia, su climatología y su entorno natural) o la propia personalidad del compositor, Rautavaara ha conseguido crear en sus obras unas señas de identidad propias; es un autor que ha pasado desde el neoclasicismo, al serialismo, que ha mostrado interés por el jazz o el folklore y de esta manera a desarrollado su propio sonido.
La obra está compuesta por tres movimientos: El Pantano (Suo), es este movimiento el que más me sugiere el impresionismo francés. Se inicia con dos flautas solistas, y dónde nos encontramos la grabación de las aves en primavera, el movimiento se cierra con una evocación a la melodía inicial de las flautas. Melancolía (Melankolia) da comienzo con el canto de la Alondra y con una melodía suave interpretada por las cuerdas, el movimiento acaba de nuevo con el canto de la Alondra y un in crescendo producido por los vientos que termina desvaneciéndose, para dar paso al tercer movimiento, Cisnes Migrando (Joutsenet Muuttavat), Rautavaara describe así este movimiento: "Me imaginé que (los cisnes) volaban en línea recta hacia el sol ardiente. Al igual que en el primer movimiento, lento, coral, como la melodía que emerge en las cuerdas. El volumen de los cantos de los cisnes aumenta en intensidad, y después de un climax con los platillos y algunos vientos, la música y el canto de los cisnes se desvanecen en la distancia, en medio de los suaves sonidos del arpa y la percusión."
Hoy en día es posible que esta obra no nos sorprenda tanto: en la era de lo digital, en la que se puede registrar cualquier fuente de sonido (ya que en móviles, cámaras u otros medios, tenemos incorporados dispositivos que nos permiten grabar con un mínimo de calidad) y que con un ordenador, algo de tiempo y algún programa de edición podemos llevar a cabo cualquier tipo de composición. En una época dónde las B.S.O. de documentales o películas suelen recurrir a la muestra de sonidos reales, junto a la música que sirven de soporte a las imágenes. En un tiempo, en el que la saturación de música en todo tipo de medios, han hecho perder mucho valor de ésta (sobre todo porque en esa saturación, mucha no tiene calidad y solo tiene un objetivo: no permitir el silencio...). Sin embargo, la belleza de esta obra, las diferentes técnicas de composición que expone el autor, la amalgama de sonidos, su descripción sonora en las distintas partes del concierto, hacen que sea una obra de gran valor artístico.